Los trastornos del lenguaje pueden conllevar serias repercusiones en el ámbito social y emocional de las personas, especialmente en los niños. A la alteración del lenguaje más frecuente en la infancia se le conoce como dislalia, y consiste en una afectación que afecta a entre el 5 y 10% de los pequeños, según reveló un estudio de la Universidad de León (España).
Inseguridad e inquietud son dos de las principales afectaciones de este problema del lenguaje, que suele influir negativamente en el desarrollo de los niños y que retrasa su adaptación, además de generarles dificultades en el aprendizaje.
En ese sentido, una detección temprana es fundamental en la posibilidad de intervención por parte de un especialista en logopedia. En la Universidad Europea en Colombia podrás formarte con la Maestría en Desarrollo Infantil, que te abrirá las puertas a la corrección de la dislalia en los niños y sus tratamientos adecuados.
“Anomalía en el habla” es el significado del término dislalia, proveniente del griego. Se entiende este trastorno del lenguaje como uno específico de la pronunciación, ya que implica la articulación o dicción inadecuada de algunos fonemas concretos. Suele presentarse como una sustitución, omisión o distorsión del sonido.
Es un problema común en niños con dificultades para articular sonidos. Hasta los cuatro años, las dislalias no se consideran un trastorno, sino una característica evolutiva por la inmadurez del sistema nervioso, que dificulta los movimientos necesarios para pronunciar correctamente los fonemas.
Es precisamente por esto que la dislalia inherente al desarrollo va desapareciendo paulatinamente. Sin embargo, si esos errores en la articulación persisten a los cinco años, es necesaria la intervención de un logopeda con el fin de evitar que esos problemas afecten el desarrollo escolar y social del niño.
Las de tipo fonético son las dislalias más habituales y suelen estar causadas por ciertas dificultades en la coordinación motriz. Una de las más comunes es la del seseo, en la cual se sustituye la “s” por la “z”, pero las personas también pueden cambiar “k” por “t” o “f” por “p”. Otro de los problemas habituales es la nasalización, en la que se cambia la “d” por la “n” o la sonorización de consonantes sordas, como el cambio de “g” por “k”.
El grado de gravedad también es un determinante a la hora de clasificar la dislalia. Por ejemplo, la dislalia simple es esa en la que solo existen dificultades al momento de pronunciar un solo fonema, mientras que la dislalia múltiple se refiere a la incapacidad de pronunciar dos o más fonemas.
En el caso de la dislalia generalizada, la persona tiene problemas para pronunciar todos los fonemas, pero en la dislalia afín la incapacidad se genera en la pronunciación de aquellos fonemas que requieren el mismo punto de articulación.
Conocer las causas de la dislalia será determinante para proporcionar un tratamiento adecuado, sumado a las características de la persona y su entorno más inmediato. El logopeda está en la capacidad de diseñar un programa de tratamiento adecuado para cada caso, dependiendo de la causa determinada.
Hay dos clases de tratamientos para la dislalia: uno es el directo, enfocado en el fonema o los fonemas que el niño es incapaz de pronunciar; o indirecto, que se centra en los elementos puntuales que están causando el problema. Sin embargo, generalmente se combinan tanto ejercicios linguo-labiales para mejorar la musculatura involucrada en la pronunciación como procedimientos para perfeccionar la articulación con ejercicios de respiración bucal y expresión, con miras a activar el aparato nasal y oral, así como maniobras de discriminación auditiva.
El logopeda es el profesional especializado en corregir las diferencias y errores que se producen en el desarrollo lingüístico del niño. Muchos de esos ejercicios los pueden desarrollar con ayuda de los padres en casa, cuando el logopeda les enseña cómo se realizan.